EL GUARDIÁN DE LA MUERTE PRIMER CAPÍTULO

CAPÍTULO I
Melisa corría girando constantemente la cabeza para mirar quien la estaba siguiendo, pero por más que lo intentaba, no conseguía verlo. Lo que la estuviera acechando se escondía entre las sombras que se proyectaban en la calle.
Al salir del tranvía notó que alguien la seguía mirando. Melisa pensó que eso podría ser algo muy normal, si no fuera porque era el último tren de la noche y el vagón iba vacío, solamente viajaba ella. Había decidido no darle importancia, una idea que se esfumó en cuanto notó unos pasos detrás de ella, se oían cada vez más cerca y más rápidos. Cuando se giró y no vio a nadie, su instinto le gritó « ¡CORRE!», y eso fue lo que hizo.
Solo unos metros la separaban del edificio donde vivía. No podía evitar volver la cabeza para ver a su perseguidor, aunque sabía que eso no la salvaría, hacer eso fue un error porque no vio el obstáculo que tenía delante, tropezó y cayó al suelo, golpeándose fuertemente en una rodilla. El dolor estalló desde ese punto y le recorrió toda la pierna, se mordió el labio fuertemente para ahogar un grito. La manía de llevar siempre el bolso abierto le había pasado factura, se había esparcido todo su contenido por el suelo. Dio un rápido vistazo hasta que localizó las llaves, era lo único que le importaba en ese momento. Los pasos seguían ahí, solo podía oír eso y el latido de su corazón a punto de estallar dentro del pecho porque sabía que estaba justo detrás de ella. La estaba mirando, esa sensación de que unos ojos se clavan en la nuca; esta vez el miedo le impedía mirar para saber quien la perseguía. Algo le decía que no podría escapar…
Iba a morir, sola, en mitad de la calle. Este pensamiento le hizo sacar fuerzas de donde no las tenía, se levantó, intentaba correr pero el dolor era insoportable, cojeó los últimos pasos que la separaban de su portal y abrió la puerta. Sintió algo de alivio al cerrarla tras de sí. Algo impactó fuertemente detrás de ella. No lo dudó, tenía que seguir, la puerta no le impediría entrar, no entendía el porqué, pero lo sabía, lo que se encontraba detrás de ella era algo maligno. Cogió el ascensor, dio gracias por vivir en esa zona de la ciudad donde los edificios tenían ascensores. Si no, no lo habría conseguido. El dolor de la rodilla era insoportable. Ahora se extendía hacia el muslo. «Ya llego, lo conseguiré» intentaba tranquilizarse. En su apartamento podría llamar a la policía. Ni siquiera sabía si allí estaría a salvo, pero necesitaba llegar. Por fin el cuarto piso, donde estaba su apartamento. Cuando fue a abrir la puerta se le cayeron las llaves, «¿algo más podría salir mal…?» Las cogió y abrió en un santiamén. Con lo que le temblaban las manos le extrañó que las llaves no se resbalaran de nuevo.
Entró y cerró todos los cerrojos, vio que su gato persa se acercaba. Se arremolinó en sus piernas, dándole la bienvenida a casa. Ya se sentía más segura, o eso quería ella pensar para no venirse abajo, su respiración delataba lo nerviosa que estaba. Avanzó difícilmente hacia el teléfono. Se tocó la cara y notó que había estado llorando, con el miedo que sentía ni lo había notado. Su gato bufó detrás de ella. «Mierda, algo andaba mal, no lo iba a conseguir» se giró y el animal estaba todo erizado. Entonces lo vio, nunca había visto nada igual, la puerta seguía cerrada, era imposible. No pudo hacer nada más que gritar, y el sonido que brotó de su garganta podría haber helado el mismísimo infierno.
El cadáver fue hallado por la hermana de la víctima. Fue a recogerla para ir a desayunar, era un ritual que hacían cada mañana. La hermana muy afectada relató que nada más llegar ya notó algo raro. El gato de su hermana no paraba de maullar, pero no era el típico ruido que hace un felino cuando tiene hambre. «El sonido que hacía era horrible», llamó varias veces y golpeó la puerta sin obtener respuesta. Estaba segura de que algo pasaba. Desesperada y asustada volvió a su apartamento a solo un par de manzanas de allí. Guardaba una copia de las llaves del piso de su hermana, se las había dado para «emergencias», y algo la decía que esto realmente lo era.
Era el tercer cadáver que aparecía en aquellas misteriosas circunstancias. Cada uno de ellos poseía las mismas monstruosas características: piel excesivamente pálida y translúcida como el papel de calco, se les marcaban todos los músculos, los pómulos, y los ojos parecían que salían de sus órbitas, era como si les hubieran absorbido la vida literalmente. No mostraban fotos de las víctimas en el noticiario, pero la periodista pelirroja del informativo de las diez daba demasiados detalles, no para su gusto claro, pero seguro que eso ponía nerviosa a la gente y por consiguiente seria amonestada y es posible que no le durara mucho el trabajo. Según lo que iba explicando lo que más llamaba la atención de los fallecidos no era ni su piel, ni su cuerpo carente de vida… era la cara de terror que mantenían incluso después de dejarse llevar por la muerte. La última víctima la habían encontrado en la calle Bourbon del famoso barrio francés de Nueva Orleans. Lo había hallado un grupo de turistas japoneses que estaban sacando fotos, cuando uno de ellos se despistó entrando en un callejón y tropezó con el cuerpo directamente. Estaba seguro de que ese japonés no podría olvidar nunca ese viaje.

*****
Marius pasó la mano por su corto cabello. La verdad es que después de tanto tiempo llevándolo tan largo pensaba que lo echaría de menos, pero no era así, ya no tenía tiempo ni ganas de preocuparse de ese tipo de cosas tan banales. En la televisión relataban que al parecer el asesino en serie utilizaba algún tipo de magia vudú, cosas para llamar la atención de la gente y conseguir adeptos que siguieran las noticias, ya que la gente que ve este tipo de programas suele ser bastante escéptica. Pero él sabía que realmente esto se trataba de tema de raptores y por eso tendría que ir a ponerle remedio. Lo que no sabía es por qué estaban siendo tan descuidados, no era esa su forma habitual de actuar. ¿Realmente querían llamar la atención? Siempre intentaban camuflar sus crímenes.
Puede que se tratara de un recién nacido no controlado o que realmente deseara morir. Y en ese caso, él estaría contento de complacerlo. Si los humanos descubrieran la existencia de las dos especies serían perseguidos hasta el confín del mundo. Para ellos se trataría de monstruos y es algo que querrían destruir, por lo tanto, era un asunto que ninguno de ellos se podía permitir.
Sabía que su siguiente destino era Nueva Orleans. Viajaba ligero de equipaje y se quedaba poco tiempo en cada ciudad, por lo que no se molestaba en tener una casa fija. Se conformaba con cualquier hotel de carretera. Con tal de que tuviera cama y una ducha era suficiente. No necesitaba nada más. Solo quería matar raptores o morir en el intento. Tenían que pagar por la muerte de ella… y lo haría gustoso.

Comentarios

  1. Como me gusta este libro. Quiero el tres ya. :)

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  2. Pues ya está en el horno voy por el capítulo nueve 😍 jejejejeje muakkk preciosa

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